27 mayo 2006

Asimov en la publicidad

Hojeando una revista que por mi casa andaba, me encontré con el siguiente anuncio a página completa de una conocida empresa automovilística alemana (mil perdones por la pésima calidad de la fotografía):

Este anuncio me llamó la atención atención por la "frase ingeniosa" (o como se llame en terminología publicista) que aparece en la parte inferior izquierda del mismo:

Hay quien sueña con la eternidad y no sabe qué hacer un fin de semana lluvioso.

Pues bien, en cuanto leí la frase, me vino a la cabeza el genio entre los genios de la literatura de ciencia ficción. Me estoy refiriendo, naturalmente, a Isaac Asimov. ¿Y ello por qué? Pues porque una frase muy, pero que muy similar, aparece en un relato suyo escrito en 1955. Se trata de The last trump, o en su traducción al español, "La trompeta del juicio final".

Si quieres leer el relato completo, lo tienes aquí, pero te lo resumo. Resulta que un buen día suena la trompeta del juicio final. Todo el universo desaparece excepto la Tierra, en la que los muertos resucitan y los vivos comprueban cómo todo lo construido por el hombre se desintegra poco a poco y la orografía del planeta va desapareciendo, quedando en consecuencia la superficie de la Tierra completamente plana. La humanidad queda pues condenada a vivir eternamente sin estímulos de ningún tipo ni universo que observar, literalmente muerta de aburrimiento. Entonces pasa "algo" que no os cuento para no chafar el final.

El fragmento de interés, en el que aparece la susodicha frase, es el siguiente:

—Encontré a un hombre que pensaba que todos habíamos sido ya juzgados y estábamos en el cielo —dijo.

—¿Juzgados? Sí, me imagino que lo estamos. Nos enfrentamos ahora a la eternidad. No nos queda ningún universo, ni fenómenos exteriores, ni emociones, ni pasiones. Nada, sino nosotros mismos y el pensamiento. Nos enfrentamos a una eternidad de introspección, cuando nunca, a lo largo de la historia, hemos sabido qué hacer de nosotros mismos en un domingo lluvioso.

—Parece como si la situación le molestara.

—Mucho más que eso. Las concepciones dantescas del infierno eran pueriles e indignas de la imaginación divina. Fuego y tortura... El hastío es mucho más sutil. La tortura interior de una mente incapaz de escapar de sí misma en modo alguno, condenada a pudrirse en la exudación de su propio pus mental por toda la eternidad resulta mucho más refinada. Sí, amigo mío, hemos sido juzgados... y condenados. Y esto no es el cielo, sino el infierno.


¿Qué os parece? Demasiada casualidad, ¿verdad?

Pues eso, entre tanto anuncio chorra que uno se encuentra por ahí, es agradable ver de vez en cuando referencias culturales de este tipo. A mí desde luego me ha sorprendido muy gratamente, pues todo lo que he leído de Asimov me ha gustado mucho y creo que semejante talento tiene bien merecidos cuantos similares homenajes se le dispensen (qué bien hablo, coño).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues ya me has dejado hasta con intriga sobre qué ocurre al final. Me acabaré pillando el libro que ya esta bien de tanto Código da Vinci :P

Konamiman dijo...

Fíjate bien, pequeño saltamontes. Antes del resumen hay un enlace al relato completo.

Anónimo dijo...

Cierto sensei. Pensé que el relato iba a ser muchísimo más largo y no soy fan de imprimirme libros completos, pero ya he sido iluminado xD

Anónimo dijo...

Interesante relato sensei, me uno a los iluminados como Karloch