18 septiembre 2006

Recuerdos de infancia: El color del dinero

A falta de alguna historia interesante, os voy a contar una chorrada para variar. Se trata de un asunto monetario que me sucedió de pequeñajo.

En el patio del colegio al que yo fui hasta los once años (el CIDE de Palma de Mallorca), había un chiringuito en el que se vendían chucherías, meriendas y demás elementos consumibles por la chiquillada. Recuerdo que de muy pequeño yo observaba con curiosidad cómo la gente se acercaba al mostrador, pedía cosas y se las daban. Era algo mágico. Un día reuní el valor suficiente para hacer lo propio: me acerqué y pedí un X (no recuerdo qué fue), a lo que el dependiente me dijo:

Son N pesetas.

...y así es como ante mis ojos apareció la Gran Verdad Universal: El dinero sirve para comprar cosas.

Pero lo que quería contaros no era eso, sino un algo que me aconteció poco después. Debía ser 1980 o así, y con mis 5 ó 6 añitos a las espaldas yo estaba jugando en uno de esos columpios que son un entramado de hierros formando un cubo (leches, debe haber un nombre más coherente para esa cosa). En eso que en el suelo me encuentro, atención, un billete de 100 pesetas.

A los más jovenzuelos os extrañará, pero sí, en esa época había billetes de 100 pesetas, equivalentes a 0.60 de los nuevos euros (¿qué pasa? Si las pesetas son antiguas, los euros son consecuentemente nuevos, ¿verdad?). Tenían un aspecto tal que este:


Yo me quedé de piedra al haber hallado tamaño fortunón. Tanto, que incluso dudaba que fuera real; posiblemente era una falsificación (listo que es uno, ¿eh?) Así que para salir de dudas, le enseñé el billete a uno de los chavalines que jugaban conmigo, y le dije:

Oye, mira lo que he encontrado. ¿Crees que será de verdad?

A lo que el susodicho agarró el billete, dijo "Ahora lo averiguaremos" y abandonó la escena.

No tardó en regresar... cargado de pastelitos (Phoskitos, Tigretones o similares); no sé cuántos llevaba pero necesitaba los dos brazos para llevarlos. Empezó a repartirlos a sus amigos, me dio uno a mí y me dijo:

Pues sí, era de verdad.

Me gustaría deciros que me sentí vilmente engañado y que como justo castigo a tal tomadura de pelo propiné una soberana paliza al susodicho chaval... pero no. Simplemente me comí mi pastelito mientras pensaba:

¡Qué bien! ¡Tengo un pastelito!

Moralejas que aprendí ese día:

  • Sí, la gente de vez en cuando pierde dinero en el suelo.
  • Las comprobaciones de autenticidad monetaria, mejor hacerlas uno mismo.
  • Con cien pesetas se podía comprar una montaña de pastelitos en 1980.
Hala niños, ya sabeis lo que NO teneis que hacer cuando os encontreis un billete en la calle.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Curioso, yo no puedo recordar cuando me di cuenta del valor del dinero, aunque sí recuerdo que con 20 duros se podían comprar muchas cosas... Y que las cintas de Msx que compraba en Foto Ruano "no funcionaban nunca" tras haberme hecho una "copia de seguridad", así que siempre tenía que devolver el original y cambiarlo por un juego distinto.

Hastaa!

Konamiman dijo...

Je je, eso lo hice yo alguna vez en Pryca. Es increible lo inocentones que eran los comerciantes de esa época, se notaba que nadie sabía un carajo de informática...

Anónimo dijo...

Ayayay, que recuerdo me ha venido cuando he leido este post...

Yo soy nacido en el 77. Cuando tenia unos 8 o 9 años, me hallaba con mi primo en Basauri (Bilbao) y de camino a comprar una barra de pan una señora desde atrás nos llamó "eh, chavales". Cuando nos dimos la vuelta la mujer tenia en la mano un billete de 500 (si no recuerdo mal eran azules oscuros) y nos preguntó "¿Se os ha caido este dinero?". A lo que yo contesté con toda mi inocencia: "No"....

20 años después aun sigo recordando ese momento con gran dolor.